Tenemos la obligación de velar por nuestros padres cuando sean mayores? La respuesta es “no”, pero se trata de algo tan simple, como la gratitud, independientemente de si han sido unos padres excepcionales o no, sin olvidar que somos seres humanos y que cometemos muchos errores a lo largo de la vida, más de los que desearíamos.
Por otro lado, hemos vivido experiencias diversas en nuestro caminar, las cuales van dejando una marca, en muchos casos, difícil de borrar y todo esto lo llevamos a cuestas. Así que, antes de juzgar a nuestros padres, pensemos que ellos han tratado de dar lo mejor de ellos dentro de lo que cabe, en medio de sus posibilidades.
“¿Cuál es la esencia de la vida? Servir a otros y hacer el bien.” – Aristóteles
Casos de casos vemos, algunos más complicados que otros, pero si hablamos de los casos genéricos más comunes que encontramos en nuestra sociedad latina y en particular de la colombiana, nos encontramos con esos padres súper protectores que jamás dejarán de ver a sus hijos, así estos ya sean mayores y con familia, como sus pequeños. Padres súper devotos, que han trabajado duramente a lo largo de la vida para poder brindarles a sus hijos algún tipo de estabilidad, sacrificando su juventud en muchas ocasiones. Algunos logrando entablar una relación estrecha con sus hijos, otros fallando en este intento por falta de tiempo debido a sus múltiples responsabilidades diarias convirtiéndose en una simple imagen para sus hijos que simplemente pudieron contemplar en la mañana y al finalizar el día.
Encontramos padres autoritarios, controladores, democráticos, permisivos, negligentes e indiferentes. Padres modernos, tradicionales, acertados o totalmente equivocados, cariñosos o témpanos de hielo, pero al final de cuentas nuestros padres. Estos seres humanos que nos dieron la posibilidad de venir a este mundo y que pese a todos sus fallos son merecedores de nuestro respeto, perdón, comprensión y solidaridad y gratitud.
“Quien consigue conservar la capacidad de percibir la belleza, no envejecerá nunca”- Franz Kafka.
Muchos hijos colombianos viven en casa de sus padres hasta avanzada edad, es más si los hijos se casan y luego por la situación que sea, si se separan terminan regresando a su viejo hogar, en donde siempre sus padres le recibirán con los brazos abiertos y demostrando su gran apoyo (algunas veces acompañado de algún jalón de orejas o comentario) pero no pasará de eso. Estos padres siempre tienen como lema “donde comen dos comen tres” etc. Aman a sus hijos con tal intensidad que si por ellos fuera evitarían cortar el cordón umbilical para no separarse de ellos.
Primero que definamos ¿Qué es la gratitud? Es el sentimiento de valoración y estima de un bien recibido, espiritual o material, el cual se expresa en el deseo voluntario de correspondencia a través de las palabras o a través de un gesto. Por ser un sentimiento, la gratitud no es una obligación. Pero si queremos llegar a ser seres humanos plenos debemos empezar por agradecer a la vida todas sus enseñanzas y a las personas que de una u otra manera han influenciado nuestra existencia. Como nuestros padres.
“La gratitud fomenta el verdadero perdón, que es el único con el que
Puedes decir sinceramente “Gracias por esa experiencia”
No tiene sentido condenar o arrepentirse de una lección de vida importante.
La gratitud da sentido al ayer, trae paz al presente,
y crea una visión positiva para el futuro”.
Es fundamental que los hijos adultos demuestren aprecio y respeto para sus padres, como ellos lo hicieron con nosotros cuando dependíamos de ellos totalmente. Aunque a veces llegue a resultar difícil o agotador. Tener una buena comunicación y de la mejor manera con los padres mayores, es muy importante para nuestra propia salud y bienestar. Así lo explicaba Franco Voli, psicoterapeuta italiano, experto en personas mayores y autor del libro “Comunicación con nuestros padres mayores”.
“Cuando los hijos están dando una mano a sus padres ancianos, debe hacerlo con felicidad, sobre todo con un lenguaje corporal positivo”. Si asistimos a nuestros padres, pero haciendo que nuestros padres sientan que son una carga, se genera dolor emocional incalculable para ellos, especialmente cuando dependen exclusivamente de sus hijos. Cuando ayudamos a nuestros padres debemos hablarles con dulzura, con buenas palabras y con el respeto que se le debe a una autoridad superior.
El respeto que brindemos a los mayores servirá de ejemplo con nuestros propios hijos, familia o amigos, a la hora de dar mostrar cómo nos gustaría ser tratados al llegar a esa edad. Así que, prestemos mucha atención en ello, ya que podríamos llegar a ser víctimas de nuestros propios errores en el futuro. Y recordemos que nunca es tarde para remediar esta situación y pedir perdón, si se trata de enmendarlo.
Tenemos una fuente de experiencia y sabiduría al lado nuestro, aprovechemos para aprender de ellos. Ese pelo blanco no ha crecido en vano, cada cana tiene algo que contarnos y lecciones de las que aprender.
Si convivimos con nuestros padres mayores ayudémosles a llevar su vejez de la mejor manera posible, sobre todo mostrándoles mucho apoyo y adaptándonos a ellos sin tanta crítica. Solemos llegar a cuestionar todo, que porque hablan muy duro, que muy pasito, que si son tercos, que si no hacen lo que pensamos que está bien etc. Ellos ya tienen sus propias costumbres y no tratemos de cambiarlos, empezando por que quienes somos nosotros para pretender que tenemos la razón o no. Sugerir antes que imponer.
Pongámonos de su parte y apoyemos sus intereses y aficiones. En la gran mayoría de los casos los padres son algo temerosos de pedirnos alguna cosa, dudemos preguntarles con amor ¿Qué les gustaría hacer? ¿Qué actividades les harían felices? , tratar de ayudarlos a conectarse con personas de su misma edad para que puedan tener algo de independencia de nosotros.
Tengamos en cuenta sus sugerencias, de pronto no son acertadas en algunos casos pero aprendamos a escucharlas y no las descartemos de inmediato. Puede que al final, como ocurre la mayoría de las veces, los equivocados resultamos siendo nosotros mismos.
Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena. -Ingmar Bergman
Con el pasar de los años todos vamos adquiriendo manías y cada día se van fortaleciendo, como nos pasa a nosotros mismos, también les ha pasado a ellos, así que tratemos de convivir con estas ya que resulta algo difícil pretender cambiar a alguien, sobre todo, cuando su edad ya está bien avanzada. Recordemos que están pasando por grandes cambios y experimentando muchos temores. Estos comportamientos caprichosos les ayudan a compensar su sentimiento de vulnerabilidad. Psicología- tercera edad
Lo mejor que podemos hacer por nuestros padres es simplemente estar con ellos, estar a su lado dándoles soporte y demostrandoles que no están solos, que cuentan con nosotros para lo que sea.
“No es tan importante el viaje como la forma en que tratamos a los que nos encontramos por el camino”