Sus creaciones buscan contribuir a construir una sociedad más inclusiva
La cantautora Marta Gómez nació en Girardot en 1978, creció en Cali y durante su adolescencia se mudó a Bogotá. Hizo sus estudios universitarios en Boston y desde 2009 vive en Barcelona. Aunque en su familia no había músicos y nadie tenía una relación particularmente estrecha con la música, Marta empezó a cantar siendo muy pequeña —de hecho, en su entorno cercano muchos la recuerdan cantando desde siempre—. A los cuatro años entró a estudiar al Liceo Benalcázar de Cali porque a sus padres les llamó la atención el lugar central que la formación artística ocupaba en su modelo educativo. El reconocido coro del Liceo Benalcázar acogió a Marta, quien muy pronto se convirtió en una de sus principales solistas. Según ella, sus primeras composiciones son de esa época y en esto pudo haber influido el hecho de que la directora del coro le diera una mayor importancia a las letras de las canciones que se montaban en lugar de poner el énfasis en la formación técnica.
Cuando Marta tenía quince años se fue a vivir a Bogotá debido a que su padre tuvo que trasladarse allí por motivos de trabajo. Aunque al principio esta mudanza no le gustó mucho, en Bogotá se encontró con una oportunidad que supuso una experiencia decisiva en su formación musical: mientras cursaba los últimos años del bachillerato se matriculó en el programa infantil y juvenil (PIJ) de Música de la Pontificia Universidad Javeriana, que va dirigido a menores de edad. A partir de entonces y hasta que se graduó del colegio, de lunes a viernes Marta pasó la mayor parte de las tardes en sus cursos de Música en la universidad.
Desde que estaba en el coro del Liceo Benalcázar su interés se centró sobre todo en la música popular contemporánea —especialmente en ritmos como el rock, el pop y el rap, así como en la canción protesta—. Violeta Parra, Mercedes Sosa, Carole King, Chavela Vargas, Chabuca Granda y Liuba María Hevia son algunas de las voces que desde muy temprano marcaron a Marta y que influenciaron ese estilo propio que ella empezaría a desarrollar cuando años más tarde emprendiera su carrera como cantautora.
Al terminar el colegio Marta estuvo seis meses en Canadá estudiando inglés y posteriormente se instaló en Boston para estudiar Música en el Berklee College of Music, donde se encontró con un ambiente riguroso y relajado a la vez en el que la cultura pop tenía un lugar privilegiado —lo cual no es muy común en las facultades de Música de las universidades—. Cuando cursaba primer semestre en Berklee compuso su canción “Confesión”, a la cual le siguieron otras canciones en las que la nostalgia la condujo a explorar a profundidad las músicas tradicionales colombianas.
Al estar inmersa en un entorno bastante competitivo y en el que había mucha gente con un alto nivel de formación y una trayectoria llena de logros y reconocimientos, Marta encontró en Berklee un incentivo para desarrollar a fondo su potencial como compositora e intérprete. La nostalgia de Colombia que sentía desde que llegó a Boston y el descubrimiento de que no debía enfocarse en ritmos, registros y estilos que le interesaban pero en los que una figura como ella no tenía cabida hicieron que se pusiera a desarrollar su voz, su poética y su estilo propios.
En su época de estudiante empezó a cantar tanto en festivales como en bares y durante sus dos últimos años de universidad y el primer año después de graduarse también lo hizo en la calle, lo cual le dio el espacio para crear una puesta en escena acorde con la poética y el estilo que venía desarrollando. En 2001 lanzó su primer álbum, cuyo título es Marta Gómez. Con el propósito de buscar una casa discográfica que produjera y les diera salida a sus creaciones musicales, Marta se trasladó a Nueva York en 2003. El resultado de esta búsqueda que hizo durante su estancia en Nueva York se concretó en dos álbumes que fueron publicados por Chesky Records.
Su participación en 2008 en el festival CaliCanto + CaliCuento de Barcelona introdujo un giro inesperado en la vida y en la carrera de Marta: no solo tuvo la oportunidad de encontrarse con otros cantautores y de conversar de cerca con el público, sino que además se enamoró de esa ciudad a orillas del Mediterráneo que la sedujo con su ritmo de vida lento. El reencuentro con la palabra que había descubierto en su niñez de la mano de la directora del coro del Liceo Benalcázar y su amor a primera vista con Barcelona la llevaron a mudarse allí y a inscribirse en el Máster en Creación literaria de la Universitat Pompeu Fabra. Llegar a Barcelona significó para Marta reencontrarse con Colombia a través de la lengua, la literatura, la política y algunas otras manifestaciones que están muy presentes en la vida cultural de la ciudad gracias al trabajo de diferentes colectivos de colombianos, de algunas librerías y editoriales locales o de instituciones como Casa Amèrica Catalunya.
El activismo político siempre ha estado presente de alguna manera en las composiciones de Marta, quien durante varios años estuvo llena de rabia con esa realidad colombiana que en las dos últimas décadas había expulsado de su país a cientos de miles de personas —entre ellas a algunos de sus seres queridos— y las había obligado a abandonarlo forzosamente. En esta nueva etapa vital y creativa que empezó en Barcelona consiguió deshacerse de la rabia que llevaba por dentro y optó por asumir el propósito de ser la voz de los desfavorecidos.
Cuando fue madre en 2011 la maternidad la animó a hacer un álbum de canciones de cuna a pesar de que nunca se había imaginado cantando música para niños. Desde hacía mucho tiempo Marta era consciente de que tenía una gran sensibilidad hacia el público infantil debido a su espíritu maternal, a su deseo de ser madre, a que en algún momento había trabajado como niñera y a que llevaba bastantes años dándoles clases de música a niños. De hecho, antes de ser madre había compuesto un buen número de canciones para niños y con frecuencia su público le pedía que hiciera algún trabajo discográfico dirigido a estos. Tras la realización de ese primer álbum, en un período de un año Marta publicó tres más con el sello GLP Music —en 2014 uno de ellos cuyo título es Coloreando ganó el Grammy Latino en la categoría «Mejor disco infantil del año»—.
Durante un viaje al Medio Oriente, Marta empezó a interesarse por la historia del conflicto entre Israel y Palestina y llegó a la conclusión de que la guerra es una sinrazón. Ante la cantidad de esfuerzos que en todo el mundo se ponen al servicio de la guerra —cuyo resultado es la destrucción—, decidió dedicar los suyos a hacer un trabajo constructivo mediante la creación. A raíz de esta experiencia, Marta compuso en 2014 la canción “Para la guerra nada”. Su esposo y manager le propuso lanzar en redes sociales un reto en el que invitara a sus seguidores a enriquecer “Para la guerra nada” añadiendo versos y estrofas propios. Esta experiencia colaborativa surgida de manera espontánea ha tenido un efecto inesperado en cuanto a participación por parte del público, que hasta el momento ha hecho más de doscientas contribuciones.
Actualmente Marta está produciendo un álbum sinfónico compilatorio que grabó en 2021 en Bogotá para conmemorar los veinte años de su carrera discográfica, tiene compuesto todo el material para un nuevo álbum, está trabajando con Nicolás Buenaventura en un álbum inspirado en la obra de la poeta polaca Wislawa Szymborska y tiene entre manos otro álbum para niños.
Además de tener la sensación de que a raíz de las manifestaciones de finales de 2019 algo está cambiando en Colombia en lo que se refiere al acceso tanto a la salud como a la educación, al mejor funcionamiento de la justicia y al respeto a la vida, Marta alberga la esperanza de que este cambio sea el principio de la construcción de un nuevo país en paz.