“¡Hola! Gracias por venir tan temprano”. Paula no me conoce, aunque sabe de mí por Carolina, su jefa de prensa. Sin embargo, al entrar al Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Callao, me saluda con un abrazo, a la usanza paisa, y con dos besos, al estilo madrileño. Me cuenta que tiene una entrevista para ¡HOLA! TV y que después de la presentación de su libro se va a ir con todos sus amigos a celebrar su cumpleaños número 45 a la terraza del noveno piso: “¡Y me los voy a tomar todos!”, remata.
Falta media hora para que empiece el evento pero la gente ya ha empezado a llegar, y a todos los saluda como a viejos conocidos.
– Venimos desde la sierra de Madrid para verte – afirma una pareja
–¡Ay, tan bellos! Muchas gracias, pasen por favor – les dice Paula antes de sentarse en el sillón, frente a la cámara.
Mientras llega mi turno me quedo hablando con Beatriz Celaya, la mujer detrás de ALT Autores, la editorial que ha lanzado la tercera edición de ‘Una reina sin medidas’ en España, después de dos ediciones exitosas en los Estados Unidos y Latinoamérica, y de haber sido un best seller en Amazon durante ocho meses. Me cuenta que desde el principio quedó prendada del libro de Paula, pues su historia de abusos, carencias y superación provocó una avalancha de mujeres que querían compartir sus propias experiencias. Así se convirtió en la voz de las mujeres víctimas de la violencia machista y nació el podcast homónimo ‘Una reina sin medidas’, en el que Paula relata las historias de todas las ‘reinas anónimas’ que le escriben para desahogarse, para sanarse, para pedir consejo y no sentirse tan solas en un mundo donde la desigualdad sigue siendo palpable y algunos temas continúan siendo tabú.
Muy joven, Paula migró de Medellín a Miami, donde vivió 20 años y se labró una larga y exitosa carrera en la radio y la televisión hispana de Estados Unidos en programas de Univisión, Telefutura y Caracol Radio. Incursionó en las tablas con ‘Monólogos de la vagina’, ‘Taxi’ y, más tarde, con ‘Miss Cuarenta’, su propio show humorístico con el que celebró su llegada al ‘cuarto piso’ reflexionando y riéndose sobre los estereotipos de llegar a esta edad. En 2017 decidió hacer maletas de nuevo y efectuar un cambio radical en su vida: mudarse a Madrid. De sus vivencias y observaciones en la capital española nació ‘Un cambio demente’, un monólogo ácido y desternillante sobre las tradiciones españolas y latinoamericanas y el reto de la convivencia en parejas mixtas, que debutó en los teatros de Barcelona y de la Gran Vía madrileña.
“¡Listo, Manu!”, me llama cuando se baja del escenario. Nos sentamos en las sillas de la segunda fila y empezamos a hablar, no sin antes autografiar mi libro y hacernos una selfi.
Paula Arcila comenzó a escribir a raíz de su terapia: ”Yo llegué al humor a través del dolor”. En una conversación con la actriz, locutora y presentadora venezolana Ana María Simón, Paula y Beatriz -su editora- presentaron ‘Una reina sin medidas’.
Vínculos: ¿Qué es feminismo para Paula Arcila?
Paula Arcila: Igualdad.
- Las industrias de los medios y de la comedia son bastante masculinas. ¿Cómo ha sido tu experiencia en ambos campos, sobre todo como mujer migrante?
P.A. Pertenezco a muchas minorías: mujer, migrante… ¡Me falta solamente ser lesbiana y ya quedo lista! No ha sido fácil pero yo creo que eso es lo que a uno le da fortaleza, porque lamentablemente nosotras tenemos que demostrar que somos buenas, que somos chistosas, que también podemos hacer reir. He recibido muchos comentarios tipo “mi marido no quería venir pero mira, ¡él también se rió!” y yo sonrío y pienso “¿Ah sí, en serio?, ¿y qué te hizo pensar que no se iba a reír?”. Entonces es una lucha, pero la agradezco y no me quejo nunca. Yo la comparo con lo que me pasó con mi papá: siempre pienso que si él hubiera estado en mi vida, tal vez no sería la persona que soy hoy, porque a veces las cositas más luchadas se aprovechan más.
- ¿Tu comedia tiene límites? Ahora hay un debate sobre lo que es políticamente correcto, ¿qué sientes al respecto?
P.A. Yo siento que se le pone demasiada atención a la gente que hace comedia y se nos exige mucho sobre los límites, pero no se los ponen a los políticos, a los líderes; ¡ellos tienen todavía más responsabilidades! Y no es que nosotros no las tengamos, pero nos estamos olvidando de la gente a la que se eligió, gente que tiene unas obligaciones sociales muchísimo más grandes. Yo creo que deberíamos saber dónde poner el enfoque y dejar tranquilos a los humoristas, porque yo tengo la opción de no seguir a alguien si su comedia me ofende, ¿pero cómo dejo de escuchar a un político en la radio todos los días si ese es el tipo que eligieron para que hiciera cosas por mí? Porque aunque yo no haya votado por él, toma decisiones que también me afectan.
- Tu publicación en redes sociales sobre tu ligadura de trompas levantó ampolla. ¿Hasta qué punto crees que las mujeres somos responsables de mantener los modelos del patriarcado?
P.A. Muy responsables, ¡mucho! Somos muy talibanas, y no solamente con las que no tenemos hijos; entre las que tienen hijos también se critican todo: “¿No lo estás llevando a clases de no sé qué?, ¿le quitaste la teta a tal edad?, ¿ya le estás dando leche?…”. Es como si tuvieran el derecho a opinar sobre la vida de todo el mundo. Pero también creo que no ha sido responsabilidad solo de las mujeres sino también de esa crianza en el patriarcado que hemos tenido todas, y que nos ha llevado, poco a poco, a un terreno muy oscuro, que es donde estamos en este momento. Bueno, no todas, afortunadamente. No creo que las mujeres que hagan esos comentarios son unas ‘bitches’ o son malas, simplemente creo que muchas de ellas vienen con ese chip instalado desde su infancia. ¡Ojo! Yo sé que muchas mujeres de las que me han criticado en las redes sociales pueden ser unas bichas, porque estamos creyendo que porque somos feministas y nos apoyamos entre mujeres no nos podemos caer mal. Se habla de sororidad y el concepto está muy mal entendido, a mí no me tiene que caer bien todo el mundo: hay mujeres malas igual que hay hombres malos, es cuestión de personalidad, no de género. Con lo de la ligadura de trompas, en particular, los comentarios fueron horribles: que yo no soy una bendecida, que eso es solamente para gente que Dios eligió, que si mi mamá hubiera hecho lo mismo yo no estaría en este mundo…
En ‘Una reina sin medidas’ Paula desnuda su alma para reflexionar sobre las etiquetas, las normas y las situaciones de abuso a las que se ven sometidas las mujeres, por el simple hecho de serlo. Su historia de superación, sanación y triunfo está contada contada con optimismo y, sobre todo, con mucho humor.
- ¡Esa manía de opinar sobre el cuerpo de las mujeres! A nadie debería importarle…
P.A. Además yo digo una cosa: que yo no tenga hijos, a nadie le afecta, pero los hijos de los demás sí nos afectan a todos, de manera positiva o negativa. Entonces… ¡Déjenme en paz! (risas)
- Aborto seguro y libre para todas. ¿Estás de acuerdo?
P.A. Sí, total. Tuve esta discusión hace poco en Miami con unas amigas y me fue fatal, pero yo pienso que también estamos poniendo en riesgo las vidas de esos niños que traemos al mundo. Está el argumento de que “el aborto es un asesinato”, pero traer al mundo a un niño en unas malas condiciones es igual de malo, o peor.
- ¿Crees que están cambiando las cosas en materia de igualdad?, ¿sirve que estemos saliendo cada año a manifestarnos?, ¿sirve el 8-M?
P.A. Yo creo que está sirviendo pero también creo que depende de dónde estamos ubicadas; porque yo lo veo ahora en España y digo “¡Uy sí! Está funcionando”, salgo a la calle a una manifestación y veo chicos y chicas de 14 y 15 años marchando y pienso “¡Wow! Estamos cambiando”. Pero cuando miro a otros lugares del mundo, veo otro tipo de cosas y siento que no. Si se hace un balance, pues sí, vamos bien.
- ¿Y en Miami, donde viviste tanto tiempo?
P.A. En Miami la gente no salía tanto a marchar el 8 de marzo. De pronto en otras ciudades de Estados Unidos, sí; en Washington por ejemplo. En Miami se mueven más por los temas políticos de Cuba o de Venezuela… Ni siquiera de Colombia. Los temas de igualdad como que no los toman en serio. Por ejemplo, ahora con lo que está pasando en México hay una marcha y están invitando a las mujeres a no salir el 9 de marzo y que haya un paro nacional, el “día sin mujeres”, entonces a mí me llama mucho la atención ver los titulares, incluso aquí en España: “Las mujeres en México se manifiestan”, ¿y dónde están los hombres?, ¿cómo es que todavía creemos que el problema de feminicidios es un problema de mujeres? Sí, claro, están matando a las mujeres, pero esas mujeres tienen hermanos, papás, hijos, maridos… ¿Por qué este problema nos atañe solamente a las mujeres?, ¿por qué no es “salgamos todos a marchar por ellas”? Y ahí es donde yo insisto en el tema de igualdad, y ahí es donde la gente se equivoca cuando dice “es que yo no soy ni feminista ni machista” ¡Por Dios, no! Entonces sí creo que la cosa está cambiando, pero aún falta muchísimo.
Paula es una colombiana que habita el mundo. Tras veinte años de exitosa carrera en Estados Unidos, ha consolidado su trabajo como monologuista en Miami y en los Teatros de la Gran Vía de Madrid, donde reside, hasta que los cambios -que considera lo más estable de la vida- la lleven a otras latitudes.
- Una de las razones por las que dejaste Miami fue la llegada al poder de Donald Trump. Aquí, en España, tenemos la sombra de VOX y en Europa, en general, los grupos políticos de extrema derecha que están ganando fuerza. ¿Qué crees que podemos hacer desde lo personal, como mujeres, para paliar esos fenómenos globales que nos están afectando?
P.A. Yo no me fui de Miami huyendo de Trump, ¡ni más faltaba! Me fui aburrida y cansada; de él y de otras cosas, sobre todo de sus votantes, porque a él no me lo tenía que aguantar, pero a ellos sí. Tenemos una responsabilidad individual y debemos fijarnos más en lo que decimos; la palabra tiene muchísimo poder para dañar o para arreglar una situación. También es importante lo que hacemos dentro de nuestras comunidades: no discriminar, no juzgar, no insultar con términos machistas o sexistas: una mujer puede ser una mala persona pero no es “una puta” o “una perra”. ¿Por qué siempre utilizamos estos términos? Yo siempre digo que soy una machista en proceso de rehabilitación, porque es que uno a veces, sin darse cuenta, termina haciendo cosas aunque no quiera y termina cayendo en esos comportamientos, aunque no sea de mala fe. En eso está nuestra responsabilidad, en ser conscientes; antes de esperar a que cambie el mundo externo, pues cambiemos un poquito el nuestro, el que nos corresponde.
- Pasando a otro tema: ¿qué es lo mejor y lo peor de ser una colombiana en Madrid?
P.A. ¡De bueno, todo! Yo le veo toda la parte positiva, como también me pasó en Miami. Allí me decían “la colombiana” en la radio -éramos dos cubanos y yo-, ¡y a mí me fascinaba! Había un compañero que me lo decía como de manera despectiva pero yo nunca lo sentí así, pensaba “este no tiene ni idea de que para mí es normal”. Además te voy a ser honesta: yo no tengo ese arraigo y ese enamoramiento como de “mi patria”, no; yo nací en Colombia, hice 20 años de mi vida allí, pero el resto lo hice en Miami, y ahora estoy en Madrid. Yo creo que todos somos ciudadanos del mundo y que donde estamos haciendo nuestra vida, ahí pertenecemos en ese momento. Aquí en Madrid, el hacer teatro de humor y hablar de los españoles desde el punto de vista de una extranjera -no de una colombiana necesariamente- y, además, latina, ha causado risa y han aceptado de muy buena manera mis chistes, pues en ningún momento me estoy burlando: me río con ellos, no de ellos. Las cosas han cambiado mucho, ahora la gente me dice “¡Ah, tú eres de donde es J. Balvin!”. Pablo no, ¡ese ahora sí está muerto y enterrado, afortunadamente!… Ahora me hablan de Karol G -de Maluma no, porque dicen que sus canciones son machistas-, me comparan con Shakira y Piqué porque mi marido es español, y claro que sí, somos como Shakira y Piqué… ¡Pero pobres!
- ¿Cuál es tu rincón favorito de Madrid?
P.A. ¡Mi casa! Me fascina mi casa. Madrid tiene muchísimos rincones; uno aquí se mete a cualquier barcito por muy cutre que se vea y está la mejor tortilla de patatas, los mejores calamares, el mejor ambiente y el camarero que te dice: (acento español) “¿Qué te pongo?”. Yo creo que Madrid es un rincón maravilloso, en general… Pero también me encanta estar en mi casa, esté en Madrid o en la conchinchina.
- Aunque no seas tan ‘patriota’, ¿cómo mantienes esas raíces con el país?
P.A. Con mi mamá, mis hermanos, mi familia… ¡Es que todo el mundo está allá! Podrás notar que yo en 20 años en Miami jamás perdí mi acento. A mí me gustan mis cosas y me sufro todo lo que pasa en Colombia, además estoy muy pendiente de mi Selección. No es que no me importe el país, pero no soy como mucha gente que todo el tiempo está “extrañando la tierrita” y siempre que pueden se van de vacaciones; así es mi tía, que vive en Miami, y un día le dije “¡Te estás perdiendo el mundo!”. No hay nada de malo en ir a Colombia, simplemente hay un mundo que hay que vivir y conocer. Quizá porque salí tan joven no tengo esa nostalgia tan fuerte de quienes se van siendo mayores. Yo extraño mi familia, pero “mi tierrita” es donde vivo; cuando voy a Medellín me disfruto Medellín y cuando voy a Miami me disfruto Miami. Mi tierrita es donde esté viviendo en ese momento, donde estén mi casita, mi perrita y mi marido.
Escrito por: Manuela Osorio Pineda.