Armada con cartel, silbato, spray de pimienta, walkie-talkie y gafas de visión trasera, ‘Eliana sola’ -como le dice su madre desde pequeña- baja diariamente al subsuelo de la ciudad de Barcelona para combatir el mal. Sus ‘archienemigos’: los carteristas del Metro. Su motor principal: la indignación. Su recompensa: las sonrisas, los gestos y las palabras de agradecimiento de aquellos a los que salva de ser víctimas de robo (en su mayoría turistas), además de la adrenalina de perseguir, detener y denunciar públicamente a los ladrones:
“Cuando estoy muy estresada bajo al metro a trabajar. ¡Yo ya no puedo dejar de patrullar!”.
Eliana Guerrero se define como una mujer “sin fronteras, ni dioses, ni banderas” y lo explica con un argumento muy peculiar cuando le preguntan de dónde es, en una de las tantas entrevistas que ha concedido este verano: “Mi madre me parió en Colombia, pero yo soy ciudadana del planeta Tierra, humana ante todo. Siempre digo, ¿para qué voy a tener un país si puedo tener 198?”. Cuando la llaman ‘valiente’ ella dice que no lo es, que simplemente es una indignada ante la injusticia.
Esta samaria lleva 19 años en España y 12 de ellos patrullando el Metro para combatir por su propia mano la criminalidad en la ciudad: le han insultado, escupido, golpeado e intimidado en el portal de su casa, pero nada le ha hecho parar. Por el contrario: ha dejado de patrullar en solitario y se ha ido rodeando de más personas indignadas, “ciudadanos de a pie” que no quieren quedarse de brazos cruzados ante las crecientes cifras de delincuencia en Barcelona, uno de los destinos turísticos más populares del mundo. Durante el primer trimestre de 2019, los robos violentos aumentaron un 30%, y en 2018 ya lo habían hecho un 28%. El Metro es uno de los sitios donde los carteristas hacen su agosto: en una semana se cometen alrededor de 1.000 delitos, según datos de la policía.
Esta situación ha sido denunciada por varios medios de comunicación de todo el mundo y ha disparado las alarmas de instituciones -como la embajada de los Estados Unidos, que publicó un anuncio alertando a sus connacionales- y ciudadanos, quienes, hartos de la inseguridad, han empezado a organizarse en patrullas ciudadanas. ’Guerrer@s por Barcelona’ es el grupo que lidera Eliana y que cuenta ya con 50 miembros de diversas nacionalidades, dispuestos a defender a toda costa la que sienten como su ciudad.
Cercana, risueña y siempre dispuesta a sacar unos minutos entre su trabajo, el patrullaje y sus compromisos con otros medios. Hablamos con Eliana para conocer su historia de primera mano, y esto fue lo que nos contó.
Vínculos: ¿Quién es Eliana Guerrero, en sus propias palabras?
Eliana Guerrero: Eliana Guerrero, nacida en Santa Marta, Colombia, en 1972. Virgo, inquieta, curiosa y activista de nacimiento. Mi madre me ha llamado siempre ‘la defensora de las causas perdidas’. Guerrera, luchadora desde temprana edad. Estudié contabilidad y finanzas en el SENA y, al terminar, y tras pasar unos duros exámenes, el Banco Popular me fichó. Por mis ganas de cambio constante terminé en Barcelona un 4 de junio del año 2000.
V: Cuando eras niña, ¿qué soñabas con ser de mayor?
E.G: ¡Abogada!
V: Justiciera desde pequeña…
E.G: Yo no nací ovejita. Me cuestiono todo, y ese tipo de personas a veces molesta en la sociedad.
V: ¿Por qué decidiste irte del país y venir a España?
E.G: Mi infancia fue en un barrio muy duro, peligroso, donde no entraba la policía; y, en cuanto crecí, supe que tenía que irme. Además, en una ciudad tan pequeña como Santa Marta me sentía muy limitada: yo soy pro-abortista, animalista, atea… Estas cosas, en medio de una familia tan religiosa, y de una cultura como la costeña, pueden crear tensiones.
Ante todo, soy del planeta Tierra, creo en las buenas personas, en la libre circulación, en la libertad total como ser sin banderas, ni fronteras, ni dioses. En Barcelona hay gente de todo el mundo, gente que viste y actúa como quiere; te sientes libre y eso me encanta. Mi madre siempre me dijo que yo era más libre que el sol y la luna juntos. Cuando llegué a Barcelona y salía de rumba, volvía tarde, sola y no sentía que me fuera a suceder nada: tenía una gran sensación de seguridad, la que no tenía en Colombia. Sin embargo, las cosas han cambiado y ya no me siento tan segura.
V: En el pasado hemos tenido muy mala publicidad… ¿Ha cambiado la percepción de los colombianos en el exterior?
E.G: La gente no nos mete a todos en el mismo saco; saben diferenciar que hay colombianos buenos y malos, igual que con otras nacionalidades. Siempre me he sentido acogida en Barcelona; piensa que yo llegué y al otro día ya tenía dos trabajos. Yo aquí nunca he estado sin trabajar.
V: ¿Cómo fue tu llegada a Barcelona y cómo es tu situación hoy en día?
E.G: Cuando llegué estuve indocumentada durante 18 meses, pero esto no fue ningún impedimento para ganarme la vida y ayudar a mi familia sin necesidad de robar ni un solo céntimo a nadie. Aquí he trabajado en muchos sectores, ¡no se me caen los anillos! Actualmente tengo una pequeña agencia inmobiliaria que también nació a raíz de mi inconformidad con los honorarios abusivos de algunas agencias inmobiliarias, sobre todo aquellas que le cobran al comprador y al vendedor.
V: ¿Y cómo te convertiste en patrullera del Metro de Barcelona?
E.G: Hace ya unos 12 años. Dejé mi autismo social a raíz de presenciar el robo de un estuche de insulina por unas carteristas y de ver cómo lo destrozaban. Ahí mi conciencia despertó: dejé de pensar solamente en trabajar para ayudar a mi familia y comencé a darme cuenta de lo grave que es que los turistas se vayan con ese mal sabor de boca porque les han robado. Empecé con mi cartel cutre en cartulina; lo hice a mano pero me ayudaba, ¡y mucho! Después perseguí a varias amigas para que me hicieran traducciones del texto de mis octavillas al sueco, al inglés, al alemán, al francés… Nunca he recibido ni he soltado dinero a nadie; lo hago de corazón y pago todos los gastos en los que se incurren para patrullar el Metro.
V: ¿Cómo son los carteristas del suburbano? ¿Cómo los reconocen?
E.G: Hay un poco de todo: gente que va sola, gente que va en grupo, en pareja.. Ahora hay muchos carteristas nuevos, especialmente niños de entre 9 y 12 años. Los de las patrullas ya conocemos a muchos, y a los recién llegados se les descubre fácilmente porque están pendientes de los demás pasajeros y no andan mirando su celular, como la mayoría de la gente. Por experiencia, las estaciones más peligrosas son las que tienen más turismo, como, por ejemplo, Passeig de Gràcia, Sants y Plaza de Catalunya.
V: ¿Cómo reaccionan los carteristas cuando te ven a ti o a tus compañeros llegar con el silbato?
E.G: Cuando los vemos les gritamos “carterista, carterista” para alertar a la gente. Muchos nos ven e intentan cambiarse de vagón, pero les silbamos y tienen que salir. Nuestro objetivo es que abandonen el metro. Otros se van solos antes de que toquemos el pito. Mucha gente nos ayuda cuando empezamos a gritarles. Por lo general los carteristas son violentos, aunque no se enfrentan a las patrullas.
V: Según hemos leído, se podría decir que los carteristas han tratado de detenerte por las buenas y por las malas.
E.G: Me han mandado tres veces al hospital: la primera me rompieron tres dedos de la mano, la segunda me pegaron en la rodilla y la tercera en la espalda. También encontré un grupo de carteristas en la puerta de mi casa, pero, por suerte, los Mossos d’Esquadra -la policía autonómica de Cataluña- vinieron rápido. A veces pasan por delante de mi oficina y escupen en los vidrios. Una vez, el jefe de un grupo de carteristas me dijo que me ofrecía 1.000 euros al mes para que los dejara trabajar en paz, ¡pero no acepté! Yo soy muy pesada. Yo lo que quiero es que la situación cambie..
V: ¿Cómo son las personas que se han unido a tu patrulla ciudadana?
E.G: Somos un grupo de cazacarteristas que patrulla el Metro de Barcelona. Evitamos robos y sacamos muchos ladrones. En este momento somos 50 personas, 45 de ellas extranjeras, ¡flipas! O sea, somos la ONU de Barcelona: hay muchos latinos, gente de Vietnam, otros de China, Holanda, Senegal… También hay otros dos colombianos: un caleño y una chica de Bucaramanga. Curiosamente no hay muchos españoles, aunque creo que se acabarán involucrando. En mi grupo de patrulla ciudadana tengo personas “indocumentadas” o en situación no regularizada… ‘Ilegales’ no es la palabra, ¡al contrario! Son muy legales, pues están dando su tiempo para proteger la ciudad de Barcelona de manera totalmente altruista. Yo veo a mis patrulleros cómo se dejan la piel y cómo defienden esta ciudad y digo, ¡mis respetos!
V: Con tu trabajo en la inmobiliaria y el patrullaje, ¿te queda tiempo para mantener el contacto con otros colombianos en el exterior?
E.G: ¡Yo tengo amigos del todo el mundo! Colombianos, españoles y de todas partes. Yo no te pregunto de dónde eres, yo quiero saber si eres buena persona o no; de resto no me interesa si te acuestas con chicos o chicas, si rezas a Alá o si votas a Ciudadanos o a Vox. A mí me interesa que sean buenas personas, ¡punto!
Escrito por: Manuela Osorio Pineda