En el momento en que pensamos en nuestro país de infancia, se nos vienen a la mente un sin fin de recuerdos, de lugares y personas que hicieron de ese lugar nuestro hogar y nuestra identidad. La tierra que nos vio crecer y la que nos llega al corazón como ningún otro. Reminiscencias emocionales de la niñez en Colombia – el país de tu infancia
Las paradas en la carretera para comprar mecato
Es difícil no sentir emoción al recordar esa época. Cuando las cosas más sencillas, nos llenaban de felicidad. como esos paseos a un pueblo vecino. Parar en medio de la carretera para comprar rosquillas o dulces fluorescentes (no recuerdo el nombre de estos dulces pero de niña los disfrutaba mucho), o el quesillo que venía envuelto en hojas, el arequipe (o manjar blanco) de tutuma, las melcochas, los bocadillos o las brevas con arequipe, obleas rellenas con crema de leche , arequipe y queso. La lista es inmensa … cuáles recuerdas tu? comentanos…
La comida de camino – el país de tu infancia
O cuando viajamos por carretera y nuestros padres, sobre todo en los climas fríos, nos invitaban a tomar agua de panela caliente o chocolate con queso y almojábana. Recuerdo esto, más como en la zona de Boyacá, sobre todo, al amanecer un buen caldito de costilla, que «revivía hasta un muerto». Recuerdo también en la zona del Tolima y Antioquia estos desayunos de carretera como un buen calentado con carne asada , o que me dicen de esa avena fría que vendían en la calle en los carritos ambulantes o los raspados con leche condensada y la mantecada con kumis, el masato de arroz o de maíz. Que rico! «recordar es vivir»
Los paseos de última hora
Cuando la familia en el último momento tomaba la decisión de organizar esos paseos de olla al río, o un buen asado en un parque natural. llegan a mi memoria y estoy segura que a la de ustedes también, las caminatas disfrutando del verde y de los paisaje colombianos en cada una de sus regiones. Por otra parte, los más afortunados, que tenían su finca en tierra caliente tenían como plan arrancar para allá, desde el viernes en la noche y de vez en cuando los amigos y vecinos clasificaban en la invitación también.
Las vacaciones a la costa
Lo máximo para todo niño era que lo llevaran a piscina o visitar la costa : Cartagena, Santa Marta o San Andrés, las playas favoritas. Esperar a que llegaran esas anheladas vacaciones “condicionadas por unas buenas calificaciones en el colegio” que como premio, no solo para nosotros, sino para toda la familia, era ir a la costa. !Qué recuerdos, hacer los castillos de arena, que nos cubrieran todo el cuerpo y a penas se nos veia la cara, jugas en el mar con las olas, lo mas divertido del mundo para un niño. Eso si, regresabamos rojos como unos camarones, rostizados por el sol. Pero todos esto forma parte de esas memorias y de la belleza pensar en la tierra de nuestra infancia!
Juegos simples, los más divertidos!
los juegos tan divertidos que practicábamos tanto en el colegio, como con los primos y familia o vecinos. Ponchados, escondidas, la golosa, la lleva, canicas, etc. juegos que requerían solo de ganas, cuando no éramos tan esclavos de la tecnología y solíamos compartir más tiempo tiempo de calidad mirándonos las caras y disfrutando de las sonrisas en nuestros rostros. No extrañan esas épocas?
Eramos tan felices con tan poco
Cuando se vive lejos del país que nos vio nacer y donde vivimos nuestra infancia, la nostalgia es tremenda. por que si nos ponemos a pensar, no se necesitaba demasiado para ser felices. Hoy que nos encontramos tan lejos de colombia, muchos cumpliendo sueños, otros asegurando el futuro de su familia, pero viviendo una gran soledad. Nuestra mente no deja de recorrer estos lugares y momentos que forman parte de nuestra historia. Esos bellos momentos son los que nos dan fuerza para seguir adelante.
Pero quizás lo más emocionante de recordar sobre el país de nuestra infancia, son las pequeñas cosas, los detalles que a veces se nos escapan en el día a día pero que son tan significativos. El olor de la comida de la abuela, el sonido de la música que ponían nuestros padres en las mañanas, nuestro barrio y como lo percibiamos desde la ventana de nuestra habitación. Son esos instantes los los que nos transportan de nuevo a nuestra infancia y nos hacen sentir esa sensación cálida y acogedora como la que solíamos sentir cuando estábamos en casa.
Nunca olvidemos de dónde venimos
Por más sofisticados que seamos, o por que ocupemos un cargo muy importante a nivel corporativo en el mundo, nunca olvidemos, de dónde venimos o lo que hemos vivido, porque todas estas experiencias nos han formado como seres humanos. Por cierto, características muy admiradas por otras culturas.
Debemos sentirnos orgullosos de nuestras raíces, nuestra familia, cultura e historia.
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