Especial de amor y amistad: los retos de las parejas interculturales.

Publicado por Manuela Osorio | septiembre 24, 2019 | Consejos útiles
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C: Nos veíamos con sentimientos mixtos: a veces nos alegrábamos, pero la mayoría de veces teníamos malas opiniones el uno del otro… Yo, por ejemplo, pensaba que estaba en una fase de su vida muy… ‘suelta’ (risas) 

H: Yo tenía ciertos prejuicios hacia ella… La veía todo el tiempo de fiesta y pensaba que no tenía unas preocupaciones tan grandes como las mías. Veía a los europeos pasándola ‘bomba’, mientras que a nosotros los inmigrantes nos tocaba un poco más duro el tema. 

C: Tuvimos varios comienzos, empezamos a quedar en ambientes que no fueran de fiesta, para hablar, pero yo no estaba del todo convencida. 

H: Antes de un viaje suyo a Bruselas la invité a un restaurante carísimo y hablamos mucho sobre nuestras vidas. Ese fue el momento donde hicimos click. Me dí cuenta de que ella no era la ‘pija’ (gomela) que yo creía, así que después de gastarme -inútilmente- una buena plata en dos vinos y una tabla de queso, nos fuimos a tomar copas baratas a un bar del centro. Ahí me di cuenta de que todo lo que había pensado de Christina… ¡no era cierto! Teníamos mucho más que mostrarnos. 

Héctor-y-Christina-encontraron-más-similitudes-que-diferencias-en-su-relación-intercultural.-Aquí-en-un-viaje-a-Grecia

Así empezó la historia de amor de Héctor -colombiano- y Christina -mitad griega, mitad alemana- en Madrid, hace ya dos años. A unas pocas calles de ese bar del centro, Camila -colombiana- y Fausto -italiano- tuvieron su primer encuentro en vivo y en directo después de largas conversaciones por chat: “nuestra historia empezó por la web, con el propósito de conocer gente nueva porque éramos nuevos en Madrid”. El internet y las aplicaciones de celular también jugaron un papel clave en las historias de Jennifer y F en Estados Unidos (página de citas), Lorena y Kevin en Alemania (Blablacar) y Daniel y Andrew en Australia (Tinder). 

Sin embargo, en esta era digital, aún hay parejas que se conocen por medios tradicionales: Pablo y Diana en el trabajo cuando él se mudó a México, Juliana y Saurabh en un tren de Chandigarh a Nueva Delhi, y Mónica y Marcello por una amiga en común que los presentó accidentalmente en Nueva York: “Dos totales desconocidos provenientes de dos continentes diferentes, llegan el mismo año a Estados Unidos a encontrar su destino: el amor de su vida. Mi intención no era quedarme a vivir allí pero la vida si tenía ese plan para mí… Perdimos comunicación por varios meses hasta que un día recibo una llamada de mi hermoso italiano informando que se iba a mudar a Florida y que si podía recibirlo. De eso ya hace 17 años”.

Como ellos, muchos expatriados viven hoy las mieles y retos de las relaciones interculturales, y  si bien es cierto que las migraciones siempre han formado parte de la humanidad y han esculpido nuestras sociedades actuales, afrontar las diferencias idiomáticas, raciales, religiosas e idiosincráticas nunca ha sido tarea fácil. En el mes del amor y la amistad, hablamos con varias parejas de colombianos y extranjeros en el exterior sobre lo bueno, lo malo y lo feo de sus relaciones.

La comunicación, el principal reto 

Lorena-y-Kevin-se-conocieron-en-un-Blablacar-viajando-desde-el-pueblo-en-el-que-vivían-hacia-Munich.-Su-amor-por-los-festivales-de-música-los-unió

Atractivas y desconcertantes, estas conexiones requieren niveles de reflexión y negociación mucho más altos que las relaciones entre personas más cercanas culturalmente. De acuerdo con la psicóloga y antropóloga Fabiana Paracin, “la cultura en la que crecemos esculpe pautas de comportamiento y otorga marcos de interpretación, modelando desde lo físico a lo simbólico: cómo miramos al otro, a qué distancia corporal nos ponemos en los intercambios o cómo nos relacionamos con nuestras familias de origen y amigos”. Desde estas ‘lentes interpretativas’ se generan las dificultades e interferencias dentro de las parejas mixtas, por eso es tan importante la comunicación en todos los niveles, más allá del idiomático. 

Para Jennifer el choque cultural vino en forma de ‘costumbres’ como saludar de beso a los amigos: “mi novio -estadounidense- se extrañó cuando lo hice por primera vez con mis amigos hombres, porque es una cosa que se hace en Colombia pero no en Estados Unidos. Es muy difícil hacerle entender al otro por qué ciertas cosas para ti pueden ser inapropiadas o consideradas irrespetuosas, pero todo con diálogo se adapta”. Sin embargo, agrega que estar en una relación intercultural “es muy interesante porque uno aprende cosas literalmente todos los días: desde expresiones en un idioma que creías que manejabas hasta costumbres que nadie te contó antes sobre ese país”

Mientras para Christina -griega/alemana- y para Fausto -italiano- el talento de Héctor y Camila en la pista de baile fueron puntos a favor en la conquista, para el ex-novio de Juliana representó un choque cultural: “el día en que cumplí 24 años, Saurabh -indio- y yo tuvimos la pelea más grande de nuestra relación. Todo era perfecto: la fiesta sorpresa con piñata, los amigos que vinieron de otras ciudades hasta Nueva Delhi, las piñas coladas con Ron Medellín… Hasta que llegó el momento del baile. Ni su mente abierta ni su educación en Londres pudieron con el choque de verme bailando reguetón con el novio paisa de mi mejor amiga brasileña. Ella, por supuesto, no vio nada de malo, pero a mí me montaron una tremenda escena”.

Estas diferencias en la comunicación verbal y no verbal se dan en ambas vías, especialmente entre culturas más ‘cálidas’ como las latinas y las más ‘frías’ como las nórdicas. Cuando Lorena estaba con Kevin -alemán- tuvo que acostumbrarse a su forma de expresar las emociones: “al principio no sentía que yo le importara, pero aparentemente a los ojos de mis demás amigos alemanes el man estaba súper tragado. La cultura alemana se caracteriza por que todos son muy directos y muchas veces me tocaba preguntarle a mis amigas para poder entender si él estaba siendo grosero o indiferente o si eso era normal, a lo que ellas respondían ‘typical bavarian’ para hacer referencia a que era completamente normal. Creo que después de unos meses él también se volvió más sensible hacia muchas cosas”.

Religión, familia y libertad: puntos de encuentro o desencuentro

“¿Qué puede tener en común un país latinoamericano con Grecia? Pues mucho más de lo que imaginaba. Lo que más me gusta son los valores que se mantienen: la familia, la religión, ser trabajador y tener un objetivo en pareja. En Europa se están perdiendo y creo que Grecia es donde mejor se conservan. Me encanta que los colombianos mantengan la costumbre de las novenas; y ver a la familia de Héctor reunida en navidad, en los cumpleaños, en las fechas importantes”, dice Christina a la hora de tocar estos temas que, en su caso, representan ventajas. Es el mismo caso de Jennifer: “mi novio y yo venimos ambos de familias muy unidas y de las mismas creencias religiosas, entonces hemos encontrado muchas similitudes”

En la historia de Juliana y Saurabh, lo que al principio formó parte del encanto pronto se transformó en una barrera: “Yo vivía encantada con las visitas a los templos dedicados a las deidades hindúes, con las fiestas como Holi o Diwali, las celebraciones familiares con buffet abierto, las bodas eran un fiestón… Hasta que nos mudamos juntos y sobrepasamos las capas superficiales y ‘bonitas’ de la cultura hasta llegar a los valores más conservadores de la sociedad india. Vivir juntos sin estar casados no solo fue un problema para su familia, ¡también lo era para los vecinos! Y nos lo hacían saber con miradas y palabras de reproche. Esa invasión a nuestra privacidad fue deteriorando nuestra relación. Cuando pensamos en irnos a vivir a un tercer país ya era demasiado tarde. Yo estaba ahogada y decidí volver a Colombia y acabar con ese capítulo de mi vida”. 

Las familias de Daniel y Andrew -australiano- también son diametralmente opuestas, pero en su caso no ha sido un impedimento: “mis papás son los típicos católicos y los de Andrew son ateos. A mi familia le costó aceptar mi homosexualidad, mientras que la de mi pareja siempre nos acompaña a las marchas del orgullo. Creo que el éxito de nuestra relación es que vivimos en un país muy libre, que nos acepta. Aunque hemos avanzado mucho en el tema, esto no sería lo mismo en Colombia”

Amor en la distancia

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Dónde vivir es otro gran desafío que afrontan las parejas interculturales: si se reside en el país de origen de uno de los dos, la integración del otro miembro es clave para el éxito o fracaso de la relación. También es importante que exista compromiso y consenso en vez de sumisión, un estado en el que la cultura del miembro inmigrante es absorbida por la otra al punto de abandonarla por completo. 

En el caso de un tercer país la dinámica cambia, trayendo consigo sus pros y contras. Es la situación de Héctor y Christina, que después de terminar sus estudios decidieron radicarse en España por cercanía geográfica para la familia de ella y por cercanía cultural para la familia de él: “No es lo mismo vivir en el país de uno o del otro sino que aquí nos ha tocado a los dos salir adelante juntos, apoyándonos. Aquí los dos somos inmigrantes, empezando desde cero, conociéndonos”.

Las ventajas de estar en una relación intercultural 

Aunque los retos son grandes, nuestros entrevistados destacan que los obstáculos que han atravesado en sus relaciones interculturales -aún cuando algunas de ellas han terminado- valen la pena, pues al final son más las ventajas de involucrarse con una persona de una nacionalidad diferente: estar con alguien diferente culturalmente es un aprendizaje constante sobre comidas, lenguas, religiones, costumbres y formas de pensar; lo cual otorga nuevas perspectivas sobre la vida, la realidad e incluso situaciones a gran escala como la crisis de los refugiados en el mundo y las persecuciones políticas. 

“Todo esto te abre la mente a ser más tolerante y a aprender cosas nuevas como el idioma… ¡aunque todavía lo hable como una cavernícola!”, opina Camila. Por su parte, Jennifer destaca que “se come el doble, porque hay que probar las comidas de ambos países, y se viaja mucho porque siempre hay que ir a visitar a alguien en otro país”.

Gracias a su relación con Christina, Héctor ha podido experimentar una navidad en Alemania y una verdadera boda griega. Al estar casada con un chef italiano, Mónica ha tenido la oportunidad de vivir en varias ciudades que le interesaban y de aprender sobre la comida gourmet, una de sus grandes pasiones. Pablo se integró totalmente en la cultura mexicana a través de Diana, y Daniel siente que gracias a su relación con Andrew pudo hacer las paces con su verdadera esencia. 

Las ventajas de las relaciones interculturales se aprovechan aún después de que las relaciones han terminado: “ponerme en los zapatos de Kevin me hizo entender mucho más la cultura alemana, tan difícil de comprender para muchos. Me volví más sensible y más abierta”, dice Lorena. “Fue una experiencia enriquecedora que me hizo crecer como persona y me regaló recuerdos para toda la vida. Sin duda alguna volvería a vivirla”, remata Juliana. 

Los secretos del éxito

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Estas parejas coinciden en tres puntos clave para vivir con éxito una relación intercultural en la que se potencie lo compartido y se transformen las diferencias en una visión integradora beneficiosa para ambos miembros:  

Flexibilidad: “es bonito tener esta experiencia, es algo que nos abre la mente y nos desafía en ciertos aspectos, pues en muchos casos ‘reconfiguramos’ nuestra mente y desaprendemos muchas lecciones que no nos sirven, y es ahí cuando crecemos como personas y como pareja”, afirma Camila. 

Por su parte Héctor admite que al llegar a España venía con ‘otro chip’: en Colombia estaba en círculo en el que el dinero era una prioridad para mostrar cierto ‘status’, tanto en temas laborales como sentimentales. Y aunque esta situación depende más de las personas con las que te rodeas que de las culturas, mi relación con Chris me ha mostrado que estaba equivocado”.

Respeto: Mónica opina que es lo más importante para que una relación entre dos personas de diversas culturas funcione: “…a sus tradiciones, a su origen, a su historia. Otro punto importante es el no tratar de imponer nuestra cultura sobre la de nuestra pareja, sino aprender mutuamente el uno del otro, compartir, abrir la mente y demostrar interés por lo que le gusta a cada uno, tratando en encontrar puntos de equilibrio sin  dejar nuestra esencia de lado”.

Individualizar: entender que dentro de una misma cultura existen muchos matices; que más allá de las nacionalidades, los miembros de la pareja son personas con características, gustos, historias y sueños propios. 

Amor intercultural: ¿el secreto para un mundo mejor? 

Como miembro de una familia verdaderamente intercultural -padre griego, madre alemana, abuelo argelino-, Christina defiende y promueve todo tipo de relaciones interculturales, pues está totalmente convencida de que “en un mundo globalizado es lo que puede hacer que no haya fronteras mentales”

Es el mismo sentimiento de Lorena, quien siempre ha pensado que “si más personas se involucraran con personas de diferentes culturas el mundo sería más feliz, habría menos indiferencia y odio y sobretodo mucha más tolerancia entre todos”.

Para Jennifer la cosa es mucho más simple: “¡las barreras son mentales! Cuando hay amor las demás cosas se superan”.

 

 

Escrito por: Manuela Osorio Pineda.

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Sobre el autor
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Manuela Osorio
Manuela es Comunicadora Social y Periodista de la Universidad de Manizales y tiene un máster en Economía Creativa, Gestión Cultural y Desarrollo de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Ha vivido y trabajado en Estados Unidos, India y Reino Unido. Hoy se dedica a la creación de estrategias digitales para empresas y contenidos para medios digitales e impresos, desde España.

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